Es una época en que nuevas
personas llegan a Taiwán mientras otras ya han regresado o están
regresando a sus países en estos días. Tiempos de bienvenidas y
despedidas. El seguir en contacto con todos es una tarea cuando menos
imposible, en lugar de las charlas y el respectivo café de por medio, lo
cambiamos por darnos un paseo de vez en cuando por el perfil de
Facebook de ellos para saber como están y donde han estado.
Haciendo
un recuento de experiencias propias y ajenas en estas fechas, podemos
vernos reflejados en las personas que están llegando. Entre los muchos
motivos de venir a Taiwán encontramos el de estudiar arduamente, dar lo
mejor, obtener un título con honores; terminar la carrera en el tiempo
normal o de ser posible terminar antes de tiempo para regresar a sus
hogares y buscar empleo; otros vienen aventurando sin una meta planeada;
se dan casos de los que aprovechan la oportunidad de una beca en el
extranjero como la perfecta excusa de obtener la tan anhelada visa
Estadounidense.
Para
nadie es fácil dejar el hogar, ir a un país extranjero y literalmente
al otro lado del mundo. Pero todos venimos con la firme intención de
pasarla bien, de disfrutar de una experiencia única, de conocer y
aprender de otras culturas, de conocer a más compatriotas que han tomado
la misma decisión que nosotros y aprender de ellos, de escuchar sus
experiencias y algún día poder contar las nuestras a otros.
Cualquiera
que sea la motivación, ninguno está libre que la experiencia que está
por iniciar le cambie la perspectiva durante los próximos años. Aún
recuerdo cuando familiares y amigos me preguntaban con una sonrisa un
tanto desconfiada ¿vas a regresar?, a lo cual mi respuesta siempre fue
“no lo sé, pero si puedo… no regreso, ya Dios dirá que tiene para mi”.
Todos
hemos dejado algo o renunciado a algo con tal de venir a estas tierras.
En mi caso, renuncié a la empresa donde había trabajado por los últimos
15 años, a mis padres ya retirados, incluso una o dos oportunidades de
empleo.
A
todo el que busque estudiar o trabajar en un país extranjero me
gustaría poder decirle que debe tener una mente abierta, liberarse de
prejuicios sociales, de raza, de credo, de deportes o políticos, no
creer que su país sea mejor que los demás porque no es que sea mejor
sino que solamente es diferente.
Tampoco
es de creer que Taiwán es el mejor lugar del mundo, claro que tiene sus
ventajas y desventajas como cualquier país; en todo lugar encontrarás
personas amables y buenas pero también personas egoístas y de malas
intenciones, eso no depende de la cultura, es la naturaleza humana. El
que Taiwán sea el lugar donde tendremos nuestro nuevo hogar lejos del
hogar, depende en gran medida de nosotros y no tanto de los demás.
Al final nos convertimos en ciudadanos del mundo, vivamos y dejemos vivir.