La mayoría de las personas creen
que todo los que les pasa es por “voluntad de Dios”. Ya sea un éxito,
un fracaso, algo bueno o algo malo, tendemos a calificar todo como
voluntad de Dios. Estoy consciente que Dios quiere que siempre tengamos
éxito y seamos bendecidos, ya que provee las herramientas y las
situaciones donde podemos desarrollarnos, a veces esas situaciones son
para enseñarnos que algo debemos cambiar, es decir, nuestra actitud
pasando por las etapas de nuestro hablar, hacer, pensar.
Cuando
debemos realizar cambios en nuestro carácter nos encontramos con
situaciones en que debemos tomar una decisión. ¿Por qué debo tomar una
decisión para cambiar mi carácter? Porque cuando tomamos una decisión
estamos dando a conocer nuestros valores, somos alguien que busca el bien
común, el bien de los demás sobre el mío propio, el de pasar sobre otras
personas con tal de conseguir la meta, los medios que usaré para obtener
el resultado. No digo que una decisión sea mejor que otra, solo que
damos a conocer nuestra personalidad cuando tomamos decisiones.
Ahora
me pregunto, si como resultado de tomar una decisión me veo en una
situación de fracaso, de humillación, de un accidente… ¿será que esa fue
la voluntad de Dios o fue resultado de haber tomado una decisión de
acuerdo a MI voluntad y no en base a SU voluntad? Recordemos que Dios
nos puso en la situación de decidir, para mostrar nuestra verdadera
personalidad. Si nuestra decisión hubiese sido diferente, de acuerdo a
SU voluntad, no estaríamos enfrentando estas situaciones.
Cuando
reconocemos que no podemos más, al llegar a ese estado de humillación
personal de admitir nuestra propia impotencia e ignorancia ante la
situación, cuando nuestro orgullo se ve tirado por los suelos hecho
pedazos, debemos nuevamente tomar otra decisión; seguir cavando en el
suelo para hacer un agujero más profundo o buscar ayuda. El buscar ayuda
también será otra decisión importante, hay que saber donde buscar. El
primer y más sabio consejero es Dios mismo, ahora también es cierto que
Dios envía personas para que nos ayuden y nos den consejos, cuando
buscamos consejos (el pedir consejo de la persona adecuada es otra
decisión que debe ser tomada con cuidado), es cuando empezamos a cambiar
nuestra personalidad, ya no basada en nuestra perspectiva solamente.
En
lo personal muchas veces he tenido que enfrentar las consecuencias de
mis decisiones, he vuelto a cometer los mismos errores una y otra vez,
somos tercos por naturaleza prueba de ellos es la negación de que lo
somos. He tenido fracasos económicos, de relaciones personales,
laborales, de asociación y muchos otros. De todos ellos tengo memorias y
no guardo rencores, con los años he aprendido a ver que no fue culpa de
otros sino mía propia.
Hoy
enfrento nuevos retos, nuevas decisiones, mi naturaleza humana me
llevará a cometer nuevos errores de los cuales debo seguir aprendiendo
porque el aprendizaje nunca termina. ¿De que sirve vivir aprendiendo si
nunca se termina el aprendizaje? La respuesta es sencilla, para poder
compartir con otros así como otros compartieron con nosotros sus sabios
consejos. De nada sirve acumular conocimiento si no se comparte. El
conocimiento no se desgasta por mucho compartirlo, al contrario, se
enriquece.
Ha
sido un camino nada fácil y sé que debo tomar más decisiones en mi
vida, mayores a las anteriores y con mucho más riesgo también. Hoy le
agradezco a Dios que me dio la oportunidad de levantarme cada vez que
caí al suelo, cuando lo busqué no escondió su rostro sino que me tendió
la mano y con un abrazo me levantó
Estas
y otras cosas seguiré compartiendo más adelante, no pretendo ser
alguien que lo sepa todo, solamente alguien que disfruta el seguir
aprendiendo y compartiendo lo poco que sé. Cuanto más sé, me doy cuenta
que no se nada.