Es famosa
la frase “si algo puede salir mal, entonces saldrá mal”, muchas veces esta
frase resulta ser cierta. Aunque no siempre algo sale mal, lo cierto es que
siempre sucede algo que no teníamos esperado, ya sea algo bueno o malo, siempre
hay algo que se escapa de nuestro control. Es ese temor a no poder controlarlo
todo lo que hace que la mayoría de personas se rehúsen a tomar decisiones,
prefieren delegar o dejar que otros decidan por ellos para no llevar el peso
del fracaso, esas personas son las que dicen que harán algo cuando tenga el
100% de seguridad que todo saldrá bien.
El temor a
lo desconocido no los deja moverse, no les permite ver más allá, el fracaso no
es una opción, es algo prohibido, siempre quieren ser perfectos y si no tienen
la seguridad del éxito prefieren no embarcarse en ninguna empresa. Cuando
obtuve la beca para estudiar en Taiwán hubo personas que me dijeron que estaba
loco por renunciar a un trabajo estable, que ellos solamente tomarían la decisión
de viajar a Taiwán si les garantizaban un trabajo al final de la beca, me
dijeron que a mi edad eso era una locura y que era algo sin futuro (era de 38
años al salir de Guatemala, no tenía negocio propio que me produjera dinero). Dijeron
que podía estudiar en Guatemala, que podía obtener un mejor trabajo en
Guatemala, que no era necesario salir del país. Esas y tantas otras cosas
escuché en esos días.
También existe
el problema de acomodarse a la vida que se lleva, iniciamos un proyecto, lo
llevamos desde el inicio al final con mucho ahínco y cuando alcanzamos la meta después
de mucho esfuerzo y trabajo, nos sentamos a descansar merecidamente. Lo malo es
que nos gusta ese descanso y no nos levantamos, nos quedamos satisfechos y como
si fuera lo último que haremos en nuestras vidas, ya no tenemos ganas y fuerzas
para seguir con algo nuevo.
El tomar
riesgos siempre conlleva la probabilidad de fracaso, pero también implica la
probabilidad de éxito. Cada día debo tomar decisiones que me afectarán de una u
otra manera. Hoy esas decisiones van desde permanecer en la misma empresa, cambiar
de empresa, iniciar algo propio, cambiar el tipo de trabajo. Cada una de esas
opciones implicará un fuerte cambio en mi vida, cada una tiene un gran
potencial de éxito y un potencial de fracaso.
Sé que cualquier decisión que tome implicará cambios, pero no son los
cambios los preocupantes, son las probabilidades. Debo sopesar cada una para
tomar una decisión, la posibilidad de fracaso siempre estará presente, pero es
esa misma posibilidad la que me obliga a trabajar para disminuir su valor, a
esforzarme cada día un poco más, a aprender de mis errores, a corregir lo mal
hecho, a aprender a pedir una disculpa, a aprender a pedir ayuda, a buscar más
de Dios sabiendo que solo Él me fortalece.
Hace varios
años estando en Guatemala, con mi familia tomamos un taxi para regresar a casa.
El taxista me ve y me dice “usted se me hace conocido, creo que lo he visto
antes”, sin pensar siquiera un segundo en la respuesta le dije “seguramente me
ha visto antes, ¿usted ve telenovelas?”, ante tal comentario toda mi familia e
incluso el mismo taxista soltaron una carcajada que duro un buen rato, luego le
aclare al taxista que cuando yo regresaba en las noches de estudiar en
ocasiones tomaba un taxi en ese mismo lugar y en una ocasión había viajado con
él.
Recuerdo con
mucho cariño a un amigo, que también fue uno de mis maestros en la iglesia
siendo yo un niño. Un día dijo “la vida es como un desfile donde hay dos tipos
de personas, los triunfadores van pasando y los que los ven pasar, ustedes
deciden quienes quieren ser”. Esa frase me quedo grabada para siempre.
Hoy escojo
vivir, ¿y tú?