Muchas personas buscan
perder peso a través de dietas, pastillas, cremas, ejercicio, etc. Sin embargo
muchos son los que se dan por vencidos al poco tiempo ya que no soportan las
privaciones de la comida, la presión de hacer ejercicio diario, las
consecuencias de tomar pastillas “milagrosas” que al final nadie sabe si son
reales o no.
En algún momento de mi
vida yo también intenté hacer ejercicio, compré una bicicleta estacionaria y me
esforzaba por hacer 30 minutos diarios de ejercicio, a veces en las mañanas o
en las noches. Y la verdad es que bajé de peso, no lo niego, pero no fui
persistente.
Hoy quiero
compartirles mi experiencia de como logré bajar de 82 a 72 kilos (180 a 158 libras)
en un año. Sin hacer dietas, sin tomar pastillas, sin cremas milagrosas, sin
tratamientos raros que parecen sacados de novelas de ciencia ficción. Fue con
ejercicio, no ejercicio diario pero si constante. Empecé a correr.
No era la primera vez
que intentaba correr, hace unos cinco años lo había intentado pero sin buenos
resultados, me terminé lastimando el musculo de la pierna derecha. Lo hice mal,
no había calentado el musculo antes de empezar ni tampoco hacia estiramientos
al terminar. Con 38 años y no tenía idea de cómo hacer ejercicio.
Corría el mes de
diciembre y uno de mis mejores amigos en este país participo en una maratón en
la ciudad de Taipéi, me pregunto si podía ir a tomarle fotos y le dije que con
gusto. Me puse a pensar en que él estaba corriendo 42 kilómetros, que la
maratón había empezado a las siete de la mañana y que después de cuatro horas y
media estaba llegando a la meta. Le tomé las fotos y lo felicite por el
esfuerzo, luego me preguntó “¿te animas a correr el año próximo?”. A mis 40
años, entre broma y broma dije que el año siguiente iba a correr media maratón,
es decir, iba a correr 21 km.
Pasaron los días y no
se me olvidaba lo que había dicho, “el año entrante voy a correr”. Lo había dicho
entre broma y broma, pero esas palabras me quedaron grabadas en la mente. Pasaron
los primeros meses del año y no corrí ni cien metros. Me daba excusas a mí
mismo, que tenía mucho trabajo, que estaba cansado, que no tenía zapatos
adecuados, que estaba muy gordo, etc. Las excusas de todo perdedor que no
quiere hacer el esfuerzo por mejorar.
Faltaban seis meses
para la carrera y no había entrenado, tenía 41 años y 80 kilos de peso. Le comenté
a mi novia que iba a entrenar, pero que no sabía cómo hacerlo, por lo que le
pregunté a dicho amigo por su consejo. Esos consejos fueron los que me ayudaron
a empezar sin sufrir lesiones.
Para poder medir la
distancia y tiempo del ejercicio de mejor manera, fui al estadio de la ciudad
de Changhua, aprovechando que estaba a menos de diez minutos caminando de mi
casa. Sabiendo que una vuelta en la pista de es 400 metros, inicié con 2 km. ¿Cómo
inicié? Corrí una vuelta, caminé una vuelta, corrí una vuelta, caminé una
vuelta, corrí una vuelta. Le di cinco vueltas a la pista, despacio pero
seguras. ¿El tiempo? Aproximadamente media hora.
Al inicio iba dos o
tres veces por semana, terminaba cansado, sudando, pero satisfecho de recorrer
la increíble distancia de ¡dos kilómetros! Pero mi meta era correr 21 km a fin
de año.
Poco a poco fui
aumentando mi velocidad y la distancia recorrida, faltando tres meses para la
carrera ya había logrado correr 6 km, corría tres, caminaba uno y corría dos. Era
un buen avance pero no suficiente.
Compré unos zapatos
especiales para correr y al entrenar con ellos, puedo decir que sentí una gran diferencia
a cuando usaba mis zapatos viejos. Faltando un mes para la carrera, había
llegado a correr 14 km en la pista del estadio. ¡Había logrado dar 34 vueltas a
la pista! Sin embargo, la carrera era de 21 km. Como cosa curiosa, había pasado
de 80 a 82 kilos (de 176 a 180 libras), en lugar de perder peso, había subido.
Llegado el día de la
carrera, mi amigo iba a correr nuevamente la maratón completa y yo iba a hacer
el esfuerzo de terminar con vida la media maratón. No se trataba de hacer buen
tiempo, de mantener la velocidad, ni nada por el estilo. Había dado mi palabra
un año atrás que iba a correr y estaba ahí para cumplirla, mi deseo era poder
terminar la carrera y mejor si lo hacía sin lesionarme los músculos.
Mi novia me estaba
esperando en la meta, estaba preocupada por mí pero me apoyo en todo momento. Durante
toda la carrera mi pensamiento era el poder verla en la meta final, quería abrazarla
y decirle “¡Lo logré! ¡Gracias a Dios lo logré!”. Le pedí a Dios que me diera
las fuerzas para terminar.
¡Y llegué a la meta!
¡Gracias a Dios había llegado y sin lesión! ¡Había terminado mi primera media
maratón!
¡Con 41 años, 82
kilos, había terminado 21 km en 3 horas y 9 minutos!
No exagero al decir
que tenía ganas de llorar de alegría.
Mi amigo terminó la
maratón y me preguntó si el siguiente año iba a correr nuevamente, sin dudarlo
le dije “Si, voy a correr nuevamente, voy a correr media maratón una vez más”
Tres meses después
volví a correr media maratón, hice 3 horas 10 minutos. Tenía 42 años y 82 kilos
(180 libras). No había perdido nada de peso aún, pero al menos ya no subí más.
Me acostumbré a correr
dos o tres veces por semana, corría cinco, ocho, diez o doce kilómetros, un par
de veces llegué a correr dieciséis kilómetros. Siempre iba al estadio de
Changhua por las noches, no era el único, mucha gente iba a hacer ejercicio
también, otros más gordos que yo, otros más viejos, otros más jóvenes, otros
más rápidos, otros más lentos, pero todos disfrutando de hacer ejercicio.
Al final del año llego
el día de la carrera nuevamente, pero esta vez, luego de un año de correr, había
bajado de peso, ahora tenía 42 años y 72 kilos (158 libras). Estaba mejor
preparado. La que era mi novia, ahora era mi esposa y nuevamente estaba ahí
para apoyarme.
Iniciamos la carrera
con mi amigo, nos separamos rápidamente y cada uno siguió por su lado. Cada vez
que veía los letreros indicando la distancia recorrida y la que faltaba,
pensaba en mi esposa y le hablaba en mis pensamientos diciéndole “mira donde
voy, ya voy hacia ti, espérame en la meta, no tardo”, decía “Dios, dame fuerzas
para terminar, dame fortaleza Señor”. Cuando faltaban dos kilómetros, me
imaginé corriendo en el estadio de Changhua, en mi mente estaba la pista del
estadio, hasta el día de hoy cuando faltan dos kilómetros para terminar, aún me
imagino corriendo en ese estadio, el lugar donde inicié mi entrenamiento.
¡Terminé la media
maratón en 2 horas y 24 minutos! Había mejorado por mucho el tiempo de un año atrás.
Y mi esposa me estaba
esperando en la meta nuevamente. El verla fue mi mejor premio.
Le di gracias a Dios
por haberme permitido terminar, por haberme dado la fortaleza para llegar y por
no haber sufrido ninguna lesión.
Durante ese año no
practique ninguna dieta, no me prive de ningún alimento, comí cuanto quise,
cuando se me antojo, no me preocupe por si tenía mucha grasa. Comí hamburguesas,
pizza, pollo, carne, de todo lo que quise.
Me di cuenta que no se
trata de dietas, sino de quemar la grasa que uno come a base de ejercicio.
No deje de comer, solo
agregue a mi dieta que ahora me gusta comer yogur a media noche.
Hoy tengo 43 años, no
hago ejercicio como antes, pero me mantengo en 74 kilos (163 libras). Cuando el
tiempo me lo permite, voy al gimnasio, tomo clases de baile con mi esposa,
salimos en bicicleta una vez al mes. Me gusta lo que hago y como lo que quiero.
Gracias a Dios por haberme dado una esposa que me apoya y me anima a seguir
haciendo ejercicio.