¡Cinco años de vivir en Taiwán!

Seis de septiembre de 2014, hoy hace cinco años llegue a Taiwán, con dos maletas y una mochila cargadas de ilusiones, sueños y deseos de superación, aunque debo confesar que también venían colados los temores propios de una nueva aventura.

Salí de Guatemala el día cinco por la mañana, mis padres, mi hermano con su familia, dos primos y un tío me acompañaron al aeropuerto. Me despedí de ellos con un abrazo y de mis padres con un beso, lejos estaba de saber lo que vendría en estos cinco años. 


Eran muchos los sentimientos encontrados, por una parte estaba la alegría de ir por un sueño, por el cual había estudiado inglés por un año en forma intensiva, completado la carrera de ingeniería, estudiado chino (aunque sólo aprendí bopomofo), dejado un trabajo estable (tenía quince años en la empresa); por otro lado dejaba a mi familia, mi casa, mi hogar, amigos e iglesia. Salí sin saber si los volvería a ver.

Estando en Guatemala, con dos amigos nos propusimos venir a Taiwán a estudiar. Uno a estudiar universidad y los otros dos a estudiar maestría. Los tres nos propusimos aplicar a las becas respectivas. Nos hicimos la promesa de tomar un café juntos en el edificio Taipéi 101, como una humilde celebración de haber llegado los tres a Taiwán. 

El primer año vino el que estudiaría universidad, el segundo vino al año siguiente, ambos vinieron con el mismo programa de beca que les permitía estudiar un año de chino antes de continuar con sus estudios. El siguiente año hice lo propio y aplique a una beca con la esperanza de estudiar chino durante un año al igual que ellos, sin embargo los programas de beca no aceptaron mi solicitud debido a mi edad, dijeron que la edad límite era de 35 años, yo estaba por cumplir 38.

Uno de ellos me hablo de otro programa de becas, que no incluía el año de chino ni el boleto de avión a Taiwán. Los otros programas si incluían el boleto de avión. 

Luego de dos respuestas negativas y siendo la tercera opción la última disponible, debo confesar que no tenía muchas esperanzas, sin embargo decidí aplicar, no tenía nada que perder. Mi familia fue testigo de todos los trámites que tuve que realizar por reunir la papelería, certificaciones y firmas. 

Estando en la iglesia un día domingo, me puse a orar pidiéndole a Dios una señal. Le dije en mi oración "Señor, no quiero hacer las cosas por un capricho nada más, no quiero ir sólo porque mis dos amigos están allá, quiero ir solamente si tengo tu respaldo. Dame una señal". 

Al terminar mi oración, el pastor abrió la Biblia y leyó el texto que dice "Deja tu tierra y tu parentela. Y vete a la tierra que yo te mostraré". Nunca olvidaré ese momento ¡Era la señal que había pedido y había recibido la respuesta en menos de un minuto! Empecé a reír y con lágrimas le dí gracias a Dios. Eso renovó mis fuerzas.

En el trabajo le había hablado a mi jefe sobre mis planes, me escuchó y dió su palabra de ayudarme a hacer mi salida del trabajo lo más viable posible en caso de obtener la beca. Después de reunir toda la papelería, la envié al programa de beca y a esperar.

El día de la publicación de los favorecidos con la beca llegó, estaba lleno de nervios, cuando leí mi nombre recuerdo haber gritado un ¡Gracias Dios mío!

El viaje de Guatemala a Taiwán fue de veintitrés horas en total. Al llegar, no hubo recibimiento de parte de la Embajada, ningún oficial del programa de becas estaba para darme la bienvenida. Sin embargo, ahí estaban tres personas esperándome en el aeropuerto, mis dos amigos y otro guatemalteco que se convertiría en uno de mis mejores amigos en Taiwán. Era el mejor recibimiento que podía imaginar.

Tal cual lo prometimos dos años antes, fuimos juntos al edifico Taipéi 101 a tomar un café. Hicimos una oración dando gracias por la oportunidad de reunirnos nuevamente en estas lejanas tierras y nos tomamos una foto como recuerdo.


Han pasado cinco años y quise como celebración de aniversario, ir nuevamente a ese edificio a tomar un café. Lastimosamente ninguno de ellos pudo acompañarme. Quienes me acompañaron en esta ocasión fue mi adorada esposa, su familia y una amiga que al contarle lo que queríamos hacer no dudo en ser parte de dicha celebración. 


Hoy tengo 43 años, sigo lleno de ilusiones, de metas, de sueños y deseos de seguir aprendiendo. Considero que una persona que mantiene su mente ocupada aprendiendo cosas nuevas, es una persona con mente joven. Tengo una esposa increíble, trabajadora e inteligente. He terminado la maestría, he trabajado en una empresa taiwanesa abriendo mercado en Latinoamérica, ahora doy clases de español con mi esposa y estamos en planes de formalizarnos como empresa. ¿Quién dijo que no se puede empezar desde cero? No hay nada como trabajar para uno mismo y crear su propia empresa.

Cinco años se dice fácil, pero lo vivido cuenta por muchas vidas. Han sido muchos los retos y así han sido los momentos difíciles, sin embargo todos han pasado y dejado su enseñanza. Así también han sido las alegrías, los triunfos y las risas. Hoy puedo decir ¡Hasta aquí me ayudó Jehová! 

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