Actualmente me dedico
a enseñar español a taiwaneses. Son tutorías que ofrezco a aquellos interesados
en conocer nuestro idioma y cultura. Como actividad de fin de año, se nos
ocurrió con mi esposa hacer algo especial y decidimos hacer un taller de
cocina, donde enseñaríamos a preparar “tortitas de carne” –un plato tradicional
en Guatemala- y guacamol –conocido como guacamole en México-.
Anteriormente había preparado
tortitas para nuestro almuerzo y unas semanas antes con un amigo habíamos preparado
guacamol para comer con burritos. Por lo que ya teníamos la experiencia, por lo
menos una, de cómo preparar los platillos y los ingredientes necesarios.
Ya decidido lo que queríamos
hacer, iniciamos la publicidad. De esas ocasiones anteriores teníamos fotos y
las utilizamos para anunciar el taller. Estábamos un poco dudosos si los
estudiantes estarían interesados en participar en preparar una comida que no habían
probado nunca y que no sabían si les iba a gustar.
Debido a que eran dos
platillos los que íbamos a preparar, decidimos invitar a unos amigos y amigas
latinas para que nos ayudarán a preparar y comunicar con los estudiantes. Por lo
que era esencial que hablaran chino. Un amigo no pudo venir por razones de
trabajo, pero a dos amigas les agrado la idea de preparar comida latina y
enseñarles a taiwaneses, estuvieron dispuestas y no dudaron en participar.
Bueno, ya teníamos las
ideas, la publicidad en marcha con fotografías, el costo de participación, las
personas que iban a ayudarnos durante el taller. Solo faltaba que los estudiantes
se registraran.
Fueron un par de días de
suspenso, en que no hubo noticias. Lo más, el anuncio en Facebook obtuvo varios
“me gusta”. La espera no fue larga gracias a Dios, en unos días más los estudiantes
empezaron a responder al anuncio. Algunos preguntando si podrían venir
acompañados de otra persona. Otros preguntando si el taller podría ser otro día
ya que en la fecha anunciada les era imposible venir. Incluso unas personas que
no son estudiantes preguntaron si les permitíamos participar.
¡La casa se nos llenó
de gente! Vinieron alumnos, no alumnos y exalumnos.
Todos participaron en
la preparación de la comida, los dividimos en dos grupos. Un grupo de guacamol
y otro de tortitas de carne. Nuestras amigas colaboraron enormemente con
nosotros.
Al final todos
degustamos la comida. Los participantes intercambiaron contactos en Line y Facebook.
Las personas que no eran estudiantes, nos preguntaron cuando podían empezar
clases de español.
Fue nuestro primer
taller de cocina y aprendimos mucho del mismo. Salió bien pero ahora nos toca
mejorar y organizar mejor las futuras actividades.
Ante todo, el poder
compartir nuestra cultura latina y un poco de nuestra sazón fue lo más
importante. Estar lejos de casa y comer como en casa no tiene precio.
A todos aquellos que como
yo están fuera de nuestros países un saludo. ¡Sigamos adelante!