En noviembre de 2014, mi esposa fue invitada a realizar un taller sobre
dinámicas que pueden ser utilizadas por los maestros de idiomas, en este caso,
era para maestros de chino. Muchas son las personas que comentan que las clases
de idiomas son aburridas, que pasar dos o tres horas escuchando al maestro
sentados en el escritorio es una de las experiencias más tediosas que puedan
existir.
Bueno, la verdad es que si es aburrido. Es por ello
que el realizar dinámicas ayuda a mantener el buen ambiente y que la
experiencia de aprender sea agradable por más difícil o complicado que sea el
tema. Aprender un idioma requiere de esta práctica.
El problema es que muchas personas no son creyentes
del efecto positivo que tienen las dinámicas. He escuchado de personas que se
quejan de que eso es para niños y no para adultos, no le ven sentido y se
ofenden si les invita a participar, lo consideran una pérdida de tiempo.
¿Actividad para niños? Pensemos un momento en esto, muchos
hemos oído que los niños aprenden un idioma mucho más rápido que los adultos,
también hemos escuchado decir que se debe a que no tienen el estrés diario que
tienen los adultos, que su vida no es tan complicada.
Veamos como aprenden los niños, los maestros se
esfuerzan en preparar dinámicas, juegos, canciones, diferentes medios por los
cuales los niños aprenden divirtiéndose, sin embargo al crecer se nos olvida de
lo divertido que puede ser el aprendizaje cuando se realiza por medio de
dinámicas.
Aunque lo peor es cuando los maestros son los que
toman dicha actitud, esas personas que deberían estar en la búsqueda de nuevas
técnicas o formas de enseñanza, son varios los que se niegan a cambiar
prefiriendo los métodos tradicionales de enseñanza. Ya sea porque así fue como
ellos fueron enseñados o por pereza o miedo al cambio.
Durante el taller de mi esposa, atendieron cerca de 40
personas entre maestros de chino de diferentes universidades y estudiantes
universitarios y de maestría. A la mayoría de personas les encantó el taller,
participaron activamente, compartieron experiencias y dieron sus propias ideas
de cómo aplicar lo aprendido en el taller en sus respectivas clases.
Digo la mayoría porque hubo tres o cuatro personas que
prácticamente no se levantaron de sus lugares para nada más que para salir del
salón. Se pasaron toda la actividad viendo sus celulares o hablando entre
ellos. Me acerqué a invitarlos a participar y me respondieron que eso era para
jóvenes, no para ellos y prefirieron seguir con su conversación que participar
o tomar notas.
No quise insistirles en participar, por el contrario,
sentí lástima por sus alumnos imaginando lo aburrido que sería estudiar con
ellos. Si se sienten muy viejos para participar, así de viejos se sentirán para
realizarlas en clase o motivar a los alumnos a aprender.
El momento que perdemos esa chispa de niños de poder
divertirnos cuando aprendemos o divertirnos cuando enseñamos, en ese preciso
momento estamos terminando con la diversión, con la pasión por descubrir algo
nuevo y lo peor es que también afecta a los que están alrededor de nuestra de
una u otra forma.