No soy una persona que se asuste fácilmente con los temblores, quizás porque en Guatemala tiembla frecuentemente, quizás por la cantidad de volcanes activos que hay en el país. Tanto así, que cuando temblaba seguido, decíamos, “es época de temblores”.
Tenía familiares y amigos que sí se ponían nerviosos cuando temblaba, de hecho, en el escritorio de la oficina tenía una lista con sus nombres y números de teléfono, por lo que después de un temblor solía tomar la lista y llamarlos o enviarles un mensaje preguntando si estaban bien. Era un detalle de mi parte y me ayudaba a mantener una buena relación con esas personas.
Ahora que vivo en Taiwán, me topo con que es un país donde también tiembla frecuentemente. Recuerdo que durante mi primer año aquí, vivía en los dormitorios de la universidad, compartía la habitación con otros tres estudiantes de diferentes países. Una noche empezó a temblar, yo estaba durmiendo y recuerdo sentir el hamaqueo, dije para mis adentros, “está temblando”, seguir durmiendo.
A la mañana siguiente, uno de mis compañeros de habitación me preguntó si había sentido el temblor, le dije que sí, me preguntó “¿por qué no te levantaste?”, le dije que solo había sido un pequeño temblor, no había habido necesidad de levantarme.
Resulta que este amigo sí se ponía nervioso con los temblores, esa noche que tembló, él se había levantado y ya estaba a punto de salir corriendo, pero se detuvo más por los mismos nervios que por temple.
Resulta que este amigo sí se ponía nervioso con los temblores, esa noche que tembló, él se había levantado y ya estaba a punto de salir corriendo, pero se detuvo más por los mismos nervios que por temple.
Con el tiempo me di cuenta de que eran dos compañeros de habitación los que se ponían nerviosos, por lo que cuando temblaba, les hablaba con voz tranquila diciéndoles que todo estaba bien y que era solo un pequeño temblor. Claro que siempre estuve atento en caso en verdad fuera más fuerte. De mi padre aprendí a tener siempre a mano una linterna y un juego de herramientas (dos desarmadores grandes, un alicate, una cuchilla y cinta de aislar), en caso de cualquier eventualidad.
Han pasado los años, llevo ya doce años en Taiwán, y los temblores siguen siendo frecuentes. Mi esposa no se pone nerviosa cuando tiembla, hacemos buen equipo. Cuando ha habido un temblor fuerte, siguiendo el hábito de llamar o enviar mensaje a otras personas, enviamos un mensaje a nuestros maestros y estudiantes preguntando si están bien. Nos responden que están sin novedad y dan gracias por el mensaje. Un pequeño detalle que no cuesta nada.
Los que parece que sí se ponen nerviosos son nuestros perros, cada vez que hay un temblor todos vienen hacia mí, me piden que los toque, se sientan a mi alrededor, me ven fijamente. Al principio creía que era para protegerme, pero he visto a alguno de ellos temblando en alguna ocasión. Siempre les digo "Tranquilos, ya pasó, ya pasó".
En otra ocasión, estábamos en una reunión en línea con los maestros de la escuela cuando empezó a temblar. Las chicas empezaron a decir nerviosamente "¡Está temblando! ¡Es fuerte!". De inmediato les dije mi frase, "Tranquilas, ya pasó, ya pasó". Ellas seguían nerviosas, pero seguí hablándoles con voz calmada para tranquilizarlas. Gracias a Dios en verdad fue solamente un temblor leve.
No es que sea insensible o despreocupado, la verdad es que tampoco quisiera enfrentar un terremoto y sus consecuencias, pero si llega el momento, le pido a Dios poder tener el temple necesario para ser de ayuda a otros. Sigo teniendo la linterna de mano cerca de mí, el juego de herramientas también con alguna que otra cosa adicional. Periódicamente reviso las baterías de la linterna y tengo siempre un juego de repuesto.
Puede que hoy sea considerada una costumbre de viejos el tener todo eso, pero es algo que aprendí de mi padre, es algo que me hace recordarlo y llevarlo siempre conmigo. Además, es mejor estar preparado y no necesitarlo que necesitarlo y no estar preparado.
Saludos desde Taiwán,
Yo soy Fernando.
No es que sea insensible o despreocupado, la verdad es que tampoco quisiera enfrentar un terremoto y sus consecuencias, pero si llega el momento, le pido a Dios poder tener el temple necesario para ser de ayuda a otros. Sigo teniendo la linterna de mano cerca de mí, el juego de herramientas también con alguna que otra cosa adicional. Periódicamente reviso las baterías de la linterna y tengo siempre un juego de repuesto.
Puede que hoy sea considerada una costumbre de viejos el tener todo eso, pero es algo que aprendí de mi padre, es algo que me hace recordarlo y llevarlo siempre conmigo. Además, es mejor estar preparado y no necesitarlo que necesitarlo y no estar preparado.
Saludos desde Taiwán,
Yo soy Fernando.